A un año de su entrada en vigor, el T-MEC incorpora aspectos en materia laboral, ambiental, digital y anticorrupción; no obstante, es menos promotor de los flujos de inversión que su antecesor
- La renegociación que culminó en el T-MEC parece haber respondido a intereses particulares que no simpatizan con el libre comercio
- El TLCAN disparó en forma explosiva las exportaciones de mercancías de México y Estados Unidos
Las razones que llevaron a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hasta convertirlo en Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), fueron políticas y no económicas.
En 1994, año en el que el TLC entró en vigor, las exportaciones de mercancías de Estados Unidos a México contabilizaron 51 mil millones de dólares en tanto que las exportaciones de mercancías de México a Estados Unidos sumaron 50 mil millones de dólares.
En 2020, las exportaciones de los Estados Unidos a México fueron cuatro veces más grandes (al alcanzar 211 millones de dólares), en tanto que las exportaciones de mercancías de México a Estados Unidos fueron seis veces y media más grandes puesto que llegaron a los 325 mil millones de dólares, según datos del U.S. Census Bureau.
El TLCAN aumentó las exportaciones de mercancías estadounidenses varias veces más que los otros 13 tratados de libre comercio que Estados Unidos ha firmado. Es decir, disparó en forma explosiva las exportaciones de mercancías de ambos países.
Es importante puntualizar que el crecimiento exportador de México y Estados Unidos no fue exclusivamente a costa de la producción nacional. Un acuerdo de libre comercio también expande el consumo (dado que abarata los precios de los productos, lo que crea más demanda) y, además, redirige las exportaciones de los que quedan fuera de ese acuerdo porque no tienen acceso a las preferencias arancelarias.
Si el TLC disparó las exportaciones de mercancías de ambos países, ¿cuál es la razón por la cual se generó la percepción en Estados Unidos de que el TLCAN era dañino para ese país? Puede ser debido a que el incremento en las exportaciones de Estados Unidos se concentra en productos agropecuarios y bienes manufacturados tales como gasolina y diesel, que emplean mano de obra inmigrante, (muchas veces indocumentada).
Por el contrario, la mano de obra en Estados Unidos que resintió el TLCAN al contraerse la producción local en el sector automotriz, pertenece a los sectores laborales más combativos y con más influencia tanto en el Partido Demócrata como en el Republicano. Así pues, la renegociación que culminó en el T-MEC parece haber respondido a intereses particulares que no simpatizan con el libre comercio y que tienen una gran fuerza electoral y de cabildeo.
Como resultado, el T-MEC es el primer tratado de libre comercio, (por lo menos en la historia moderna) que es menos promotor de los flujos de comercio e inversión que su versión antecedente. Un ejemplo de esto es que, en lo que respecta a México y Estados Unidos, los arbitrajes inversionista-Estado quedan limitados a sectores en los que los particulares operan bajo un contrato con el Estado, (como sucede en México en lo relativo a exploración y extracción de hidrocarburos).
La protección a la inversión extranjera en los demás sectores ahora es solamente por la vía de los tribunales locales, (o sea que en este sentido el T-MEC no aporta absolutamente nada), exceptuando el que durante los tres años subsiguientes a la revocación del TLCAN, todavía se pueden activar arbitrajes bajo el Capítulo 11. Esta notoria acotación fue propuesta por los propios negociadores del entonces gobierno de Estados Unidos.
Otra cuestión sumamente problemática a futuro es que el actual gobierno mexicano manifiesta abiertamente que sus políticas persiguen hacer autosuficiente a México en productos agropecuarios, gasolina y diesel, que se importan predominante de los Estados Unidos. Como si fuese posible que uno de los signatarios del T-MEC se cierre al comercio y el exportador afectado no lo lleve a litigio.
Tales políticas son violatorias de disciplinas no sólo en el ámbito del T-MEC, también en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio contra la sustitución de importaciones financiada por el Estado. Por lo que, en lugar de este énfasis en anticuadas políticas de sustitución de importaciones, hubiese sido preferible aprovechar la exportación al mercado estadounidense a la luz de las más estrictas reglas de origen en lo relativo al sector automotriz y la reubicación de cadenas de producción.
Afortunadamente, también hay aspectos positivos del T-MEC con relación al TLCAN. El nuevo pacto comercial incorpora disciplinas en materia laboral, de protección ambiental, sobre empresas propiedad del estado, comercio digital, e incluso dirigidas a prevenir y corregir la corrupción.
Estados Unidos ha empezado a poner en marcha los paneles en materia laboral bajo el T-MEC; sin embargo, están previstos únicamente para los sectores manufacturero, de servicios y minero, pero no para el agrícola. Dado que el campo estadounidense pudiese tener más problemas en cuanto a la inobservancia de su reglamentación laboral, resulta paradójico que quede fuera.