La ardua lucha que las mujeres han llevado a cabo estos últimos años en favor de sus derechos, de la igualdad y el respeto, ha dado gratificantes resultados en nuestras vidas.
Actualmente sabemos que tenemos el derecho de tener salarios justos correspondientes a nuestro trabajo. Que nadie puede vulnerar nuestra individualidad por el hecho de ser madres. Que tenemos el derecho de vestir y lucir como más cómodas nos haga sentir sin ser objeto de acoso. Y que nadie tiene el derecho de divulgar nuestras imágenes íntimas.
Estos hechos, entre muchos más, son realidades con las que ahora crecemos y nos fortalecemos como mujeres.
Hoy quiero hablar sobre la violencia obstétrica, que es aquella que se genera con el maltrato que sufre la mujer embarazada al ser juzgada, atemorizada, humillada o lastimada física y psicológicamente.
Esta se lleva a cabo en los lugares donde se brindan servicios médicos y está presente en todo el estado social. Y constituye una discriminación de género y representa una violación de los derechos humanos desde un enfoque de los derechos de salud, derechos sexuales y reproductivos de la mujer.
Estos actos de violencia se pueden ver reflejados, por ejemplo, en la realización de cesárea sin justificación, la esterilización forzada o no consentida, uso de lenguaje ofensivo, sarcástico o humillante, falta de información oportuna sobre el proceso, entre otros.
Este es un problema en los servicios de salud que ha permanecido invisibilizado por mucho tiempo y que en la actualidad continúa desapercibido en las políticas públicas de salud.
A pesar de que no se encuentra regulada de manera específica en la normativa del país, es un problema que, por sus consecuencias negativas en la vida de las mujeres, ha sido identificado y visibilizado por diversos sectores de la sociedad a nivel nacional e internacional.
Como médicos, nos concierne llevar a cabo nuestras obligaciones con respeto y trato humanizado, nos concierne detener esta mala práctica cultural, dar a conocer y sobre todo fomentar y garantizar que se protejan los derechos en cada una de nuestras pacientes sin importar su origen, su servicio médico o su estado social.
Como mujeres, nos concierne seguir ejerciendo nuestros derechos, exigir una atención médica de calidad que nos permita llevar un adecuado control prenatal donde podamos dialogar e intercambiar percepciones y perspectivas sobre nuestro embarazo y parto.
Como gobierno, nos concierne velar por los derechos de la mujer embarazada reconociendo la existencia de la violencia obstétrica, dándole visibilidad y elaborando programas y estrategias para eliminarla.