- La autora reflexiona sobre la importancia de las prácticas profesionales en la carrera de derecho para evitar que el conocimiento que se aprende en las aulas se quede en el ámbito abstracto y logre trascender a la vida diaria
Cuando comencé mis estudios de derecho mantuve una postura inclinada al estudio de la doctrina. Es decir: consideraba que a mayor cantidad de libros leídos acumularía un mayor conocimiento, experiencia y adaptabilidad, lo que me convertiría en una excelente abogada.
Primer error
Si bien el estudio doctrinal es una parte fundamental en la vida de cada estudiante, el eclipsarse en una burbuja sumida únicamente en experiencias de otros nos exime de experimentar por nuestros propios medios lo que es ser una abogada o abogado. O en ese entonces, creerse una abogada. Esto no quiere decir que no sea un medio, pero sí que no es el único.
Fue entonces cuando cursaba mi segundo semestre de carrera que se me presentó la oportunidad de ser practicante, lo cual regularmente figuraba entre mis compañeras y compañeros, ya que al pertenecer a una institución pública era frecuente escuchar la necesidad de trabajar entre las y los estudiantes, sease para solventar sus gastos o simplemente para adquirir conocimiento práctico.
De ahí, que en las aulas se escuchaban frases como: “las demás facultades imparten clases y cuentan con laboratorios en donde practican sus habilidades adquiridas”. Y subsecuentemente se dijera: “por eso nosotros debemos trabajar, ya que el trabajo es nuestro laboratorio y área de práctica”.
Destacando con ello la necesidad que teníamos, y espero sigan teniendo las demás generaciones, de aprender más, y de salir a un campo laboral en donde fuésemos consideradas y considerados, en donde nos contemplen como buenas y buenos profesionistas, y en donde se destaque nuestro valor como abogadas y abogados.
Esto, ya que en las aulas también fue frecuente analizar a las catedráticas y a los catedráticos que impartían las materias, entre los cuales debo decir que había de todo. Tanto profesionistas expertos y apasionados del arte que es el derecho, en donde cada clase me llenaba de preguntas, conocimientos y comprensión por parte del o la docente, a fin de compartir todo su conocimiento a jóvenes aprendices, como también con individuos que cumplían su función.
Es importante destacar dicha dualidad, ya que la naturaleza del aprendizaje en la institución educativa en donde cursé mis estudios lo es. Aprendí durante mis 5 años de carrera que uno se forja el camino, y más aún en tal modelo educativo.
Lo comento por lo siguiente:
- Uno no elige a sus docentes.
- No se incentiva la práctica profesional como estudiante, debiendo considerar que aún así los horarios son muy flexibles y eso te permite buscar oportunidades laborales.
- La forma de aprendizaje con base en el modelo académico que impulsa la universidad en comento implica que los estudiantes seamos quienes imparten las clases mediante presentaciones, quedando las catedráticas y los catedráticos limitados a únicamente fortalecer lo explicado, lo que se puede volver muy tedioso.
Durante mi etapa como estudiante de derecho aprendí demasiadas cosas. La primera, es que el conocimiento inicia con la lectura de doctrinarios y sigue con la práctica y enseñanza entre colegas, después con el ejercicio de la profesión.
La segunda fue la importancia de fijarse metas y no desistir cuando veas complicado el camino o cuando inclusive sientas que no estás aprendiendo, porque siempre se aprende algo. La tercera: independientemente de donde estudies, se deben aprovechar las oportunidades que se brindan y buscar más, siempre más. Y la última: siempre idealízate como tu profesora o profesor favorito a fin de que la admiración que dicha persona te transmitió por el derecho, tú seas capaz de transmitirla a los demás.